Monday, August 30, 2010

El comienzo

Antes de que me mude a San Francisco de Los Ángeles, ya tenía en mente, ¡no puedo dejar el mariachi, tengo que chambear!  Es una cosa que no puedo dejar porque ya es parte de mi.  Es como el gallo abandonando su grito; el mar, sus olas; la guitarra, sus cuerdas.  Si pasara eso, no será lo mismo.  Además, he visto lo que pasa cuando un músico deja esa pasión: pierde un sabor de la vida y a veces hasta se amarrga.  Y como yo amo a la vida, no podía permitir que eso me suceda. 

Por eso al mero llegar a San Pancho, estuve en búsqueda de un lugar donde pudiera encontrar mariachi- sea un restaurante, bar, o lo que sea- así por lo menos tener contacto con mis colegas.  ¡Pero por más procuraba, menos encontraba!  Empezé a preocuparme cuando los latinos, específicamente los mexicanos, no podían dirijirme a un lugar en la ciudad.  Entonces hice lo mas práctico y consulté a mi amigo, el internet.  ¡Saz!  ¡Nunca me falla! 

Me comuniqué con el director del primer y único grupo que encontré en San Francisco, explicándole que apenas había llegado, tengo varios años tocando, y buscaba chamba.  Él me invito al restaurante donde tocan, el Cava 22, para escucharlos y si podía y quisiera, chambear el sábado, cual tenía 6 horas.  ¡Órale!

En realidad, chambié con ellos desde el viernes en el restaurante y aunque se me hizo largo (9pm-2am), me fue bien.  El sábado fue carajo.  Nos fuimos desde las 10am para llegar cercas de Napa, que queda retirado de SF, y no terminamos hasta las 2am en el restaurante.  La primera chamba era una boda de un militar que acababa de llegar de Afganistán.  La segunda también fue boda pero en un lagar ubicado encima de un cerro con vistas expectaculares.  ¡Qué belleza de boda!  Me dio gusto en saber que también los latinos puedan tener las maravillas de la vida.

Llegamos al restaurante casi a las 10pm cansados y con hambre.  Yo no había comido desde el desayuno y otros no habían comido todo el día.  Y más cansancio sentía yo por las ganas y esfuerzo que eché para acoplarme con el grupo, o sea, con los arreglos y ardonos diferentes del grupo.  Pero después de echarnos una cena, o en mi caso tragarme mi comida, le seguimos y cumplimos.  Al fin llego las 2 de la mañana y dimos camino hacia nuestras casa.  Que curioso se me hace que algunos viven tan cerca al restaurante que van y vienen a pie.  Ya quisiera que fuera así para mi.  Le pedí un aventón al que manejaba la camioneta, y cuando llegué a mi apartamento, que agusto dormí.

Ahora espero que pueda chambear este fin de semana, pues ya se que es el mismo rollo.  O en otras palabras más frutales: el mismo pedo, con diferente aroma.  ;-)

El Charro Chido